En modelos de formación mixtos, híbridos o blended responden a situaciones en las que se puede tomar la decisión de determinar las partes presenciales y no presenciales que los configuran. En nuestro caso, nos encontramos ante una necesidad un poco distinta, la de saber cómo podemos diseñar programaciones que hagan frente a situaciones de imposibilidad de la presencialidad de manera inesperada.
Aunque la respuesta a esta cuestión pediría un espacio más amplio, en este texto lo hemos sintetizada en 5 estrategias básicas:
- Elaborar un plan de contingencia para reducir la incertidumbre al hacer frente a períodos de presencialidad discontinua o intermitente y contemplando el riesgo de desigualdades.
- Diseñar los momentos presenciales y online con fluidez y de manera que sean reversibles.
- Incorporar una utilización de la sincronía y la asincronía que sea sostenible y que aproveche el potencial de esta última.
- Diversificar los mecanismos de recogida de información para la evaluación.
- Redefinir una organización que apoye al profesorado para enfrentarse en mejores condiciones a esta situación.
Elaborar planes de contingencia: hacia un modelo de presencialidad discontinua o intermitente
En el próximo curso académico nos tendremos que enfrentar al concepto de «presencialidad discontinua o intermitente». Es posible que el curso comience presencialmente, pero las instituciones deben estar preparadas para dar total apoyo a los estudiantes durante un curso entero, en el que tendremos momentos de intermitencia en los que tendremos que hacerlo de forma online.
No sabemos los niveles de adopción de la modalidad online en la nueva normalidad, pero sí sabemos que probablemente serán superiores a los que teníamos antes de 2020. Las instituciones deben disponer de nuevos niveles de infraestructura digital -tecnología y apoyo- para dar un apoyo fiable a los estudiantes.
Los centros, y también la administración, deben empezar a elaborar planes de contingencia que incluyan programaciones que contemplen el logro de cada competencia en dos entornos diferentes -presencial y virtual-, y establecer los vínculos que permitirán enlazar las actividades que se hagan en un entorno con el otro. El modelo de presencialidad discontinua nos viene forzado por la imposibilidad de coincidir en el espacio en un período dado, probablemente de duración indeterminada. Tendremos momentos «de apagón», que tendremos que hacer bien luminosos. Nuestro profesorado es capaz de iluminar los mismos, si disponen del apoyo y de la formación adecuadas. En estos planes, hay que añadir siempre una estrategia comunicativa bien diseñada, dirigida a las familias para que tengan toda la información y les resulte fácil de comprender su rol en esta modalidad de presencialidad discontinua.
Aunque muchos de los aspectos que han generado estos días una situación de desigualdad educativa podrían quedar muy paliados con la aplicación de las estrategias que se comentan en este texto, no hay que olvidar que hay una serie de requerimientos que son imprescindibles para poder obtener un buen rendimiento de la parte virtual del modelo de presencialidad discontinua. En concreto, hay que resolver el acceso a Internet por parte de todas las familias, y también el acceso a dispositivos entre los miembros de las familias. Del mismo modo, hay que garantizar que el profesorado pueda disponer de las herramientas necesarias en su casa para poder ejercer la docencia no presencial con suficiencia.
Diseñar los momentos presenciales y online de forma que sean reversibles
No debemos diseñar, por un lado, los momentos presenciales y, por otro, los virtuales. Se trata de diseñarlos todos como si fueran un continuo, aunque no sabemos cuándo llegarán unos y otros. Debemos aplicar el concepto de entorno de 360º también a la realidad digital. Sólo de esta manera seremos capaces de darle sentido a la totalidad. Hay que ligar la presencialidad y la virtualidad entre ellas, de manera, que cuando convenga, las dos fluyan con absoluta naturalidad.
Es muy importante que este diseño facilite que durante las clases presenciales se enseñe y se aprenda a utilizar los entornos virtuales de manera eficiente, tanto por parte de docentes como de alumnos (competencia digital discente). Hay que tener presente aquel principio que dice que el aprendizaje no es sólo lo que ocurre cuando el docente está mirando.
El resultado habitual de poner en práctica este principio es, para algunos, el concepto de clase invertida. Pero no es exactamente eso. Es una gran limitación pensar que en el periodo online la actividad básica de los alumnos debe ser leer o visionar contenido. Hay muchas otras actividades de aprendizaje que se pueden desarrollar de manera virtual, sea de forma individual o en grupo: los ejercicios de síntesis, los análisis de casos, los juego de rol virtuales, los debates, los proyectos… Los criterios para decidir qué actividades emplear nos los deben dar sus posibilidades de interacción (presencial o virtual) y la motivación que puedan generar entre los alumnos para que se impliquen. Obviamente, con el fin de aplicar estas metodologías en un entorno online, los docentes deben estar entrenados.
Fuente: https://www.motorpasion.com.mx/
Incorporar una distribución de la sincronía y la asincronía que sea sostenible y que aproveche el potencial de esta última.
Los entornos virtuales o digitales están muy infrautilizados, especialmente con respecto al valor que pueden aportar al proceso de enseñanza y aprendizaje. Para sacar el mejor provecho, hay que elaborar el diseño desde una situación de no presencialidad. Cuando se hace al revés, la falta de experiencia en la modalidad totalmente online limita enormemente el diseño y la ejecución de actividades y recursos que el entorno digital nos aporta, porque lo pensamos desde una óptica presencial y, por tanto, limitadora. La utilización de la sincronía y la asincronía es un buen ejemplo de lo que acabamos de decir.
La interacción dejará de ser permanentemente síncrona porque mantenerla así es insostenible. Hay que descubrir, valorar y aplicar en el diseño de las programaciones la utilización de los mecanismos asíncronos como partes íntimamente imbricadas en el flujo del proceso de enseñanza y aprendizaje. Al igual que, como hemos dicho antes, los momentos de presencialidad y no presencialidad deben diseñarse simultáneamente, tenemos que hacer lo mismo con los momentos de sincronía y asincronía.
Hay que descubrir el potencial que tiene la asincronía para el aprendizaje, y valorarla como un mecanismo que nos da más agilidad y flexibilidad. Nos la da a nosotros y se la da a los alumnos, que les permite utilizar en momentos diferentes los dispositivos que tengan en casa, contribuyendo a la redistribución de estos recursos. Además, hay que aprender a utilizarla, también, durante el periodo de presencialidad, para facilitar el cambio de entornos de manera fluida.
Diversificar los mecanismos de recogida de información para la evaluación
Los mecanismos de evaluación deben ser diversificados. Para evaluar, hay que acumular información que debe provenir de fuentes distintas. De este modo, si en un momento determinado no se pueden usar unas, se podrán activar otras.
Hay que apostar decididamente por un modelo de evaluación formativa, y reducir al mínimo los momentos de evaluación puramente sumativa o calificadora. La diversificación de mecanismos nos debe permitir no tener que depender siempre de la identificación física del estudiante. La evaluación debe poder ser presencial y no presencial; síncrona y asíncrona; individual y grupal; además de poner en práctica sistemas de autoevaluación, heteroevaluación y coevaluación y valorar la contribución que pueden tener las analíticas de aprendizaje en el conjunto del sistema.
Un aspecto muy importante es tener en cuenta el grado de sostenibilidad de los modelos de evaluación en la situación de discontinuidad, que nos permita poder hacerle frente sin poner en juego el agotamiento de nuestros recursos, temporales y personales.
Redefinir una organización que apoye al profesorado para enfrentarse en mejores condiciones a esta situación
Parte del profesorado manifiesta, estos días, que están saturados por la carga de trabajo, tangible y emocional, que les ha producido el elevado número de horas que han tenido que estar delante de una cámara o respondiendo los mensajes de los estudiantes en tiempo real. A muchos les ha dado la sensación de que estaban dedicando 24 horas al día, 7 días a la semana a atender su (o sus) grupos de clase. Esto no se puede repetir.
Es cierto que, mediante el aprendizaje y la práctica de las estrategias mencionadas más arriba, la carga de saturación de trabajo de los docentes deberá disminuir. Pero con eso solo no será suficiente. Se tiene la errónea concepción que la educación online es más económica, y que esto es así porque funciona con menos recursos. No es verdad. Si se quiere ofrecer una educación online de calidad, o una modalidad online en un contexto de presencialidad discontinua de calidad, hay que asumir determinados costes que son estrictamente necesarios. Y también hay que asumir un cierto grado de nueva organización del aprendizaje.
Hay que ajustar las ratios a esta nueva situación, de manera que se redistribuyan las horas de trabajo de los docentes teniendo en cuenta que hay dos espacios (virtual y presencial), y que deben atenderse ambos. Los ratios son un elemento clave para garantizar un buen acompañamiento en el proceso de aprendizaje en la educación online. Mientras algunos modelos propugnan el modelo «industrial» de la educación a distancia tradicional (Peters, 1973) -donde la idea era la de llegar, como fuera, «a todos»-, la tecnología y la situación actual nos recomiendan ratios adecuadas como para que la interacción docente-estudiantes y estudiantes-estudiantes se pueda dar, de manera significativa, en el entorno virtual. Igualmente, habría que replantear las funciones de la tutoría en este contexto dual.
La utilización de personal docente de apoyo en estas circunstancias que, a su vez, permitiera ir preparando y formando docentes para el desarrollo futuro de la educación obligatoria en una sociedad cada vez más digitalizada sería un recurso que las administraciones deberían valorar. Por ejemplo, la posibilidad de crear nuevas figuras de profesorado asistente en los contextos virtuales. Aquellos interinos que se encuentran sin plaza, o que sólo ocupan períodos cortos de sustitución podrían hacer esta tarea, que debería estar adecuadamente remunerada, a la altura de la importante labor docente que deberían llevar a cabo.
Del mismo modo, se podría valorar que los estudiantes que tienen que hacer prácticas hagan también prácticas de docencia online, apoyando al profesorado que, en esos determinados períodos, debe trabajar desde casa (en este sentido, es muy importante destacar que se necesitan maestros para el futuro que tengan la realidad digital interiorizada y experimentada, y esto debe hacerse durante el periodo de formación inicial que califica para el ejercicio de la práctica profesional).
También sería necesario que se dedicaran horas del calendario lectivo del profesorado a su formación más intensiva en el proceso de enseñanza y aprendizaje en entornos virtuales (competencia digital docente). No como se ha entendido hasta ahora (cómo puedo hacer llegar contenido a mis alumnos), sino con esta comprensión más realista, compleja y eficiente de la discontinuidad de períodos y metodologías para hacer posible el aprendizaje. Esto debería estar combinado con la participación de otras figuras docentes que apoyaran y esponjaran la dedicación lectiva del profesorado.
Finalmente, hay que observar cómo algunos países muy cercanos, ya se han puesto a trabajar no sólo en el presente, sino, y hay que celebrarlo, a preparar el futuro. El pasado día 21 de abril, el Consejo de Ministros del Gobierno de Portugal, aprobó la resolución 30/2020 en la que establece, desde las políticas educativas nacionales, la necesidad de dotar «a los niños y jóvenes de las habilidades digitales necesarias para su plena realización personal y profesional, así como de la igualdad de oportunidades para acceder a equipos y recursos educativos digitales de calidad y la inversión en las competencias digitales de los profesores y los formadores en el contexto de las modalidades de formación del Sistema Nacional de Cualificaciones.» Es una buena señal del camino a seguir.
Este post es la traducción al castellano del que se publicó en la pàgina web del proyecto Obrim l’educació de la Fundació Jaume Bofill el 6 de mayo de 2020.